Formación corporativa el camino correcto en las empresas
Cuando se inicia un proceso de formación en las empresas se plantea la necesidad de introducir algún cambio en el desarrollo de actividades de los trabajadores; ya sea con el propósito de mejorar la práctica de sus tareas o, por la aparición de nuevas funciones, por la aplicación de nueva tecnología (del conocimiento o material); o simplemente porque se pretende potenciar la capacidad de los empleados y colaboradores con el propósito de mejorar el potencial de los mismos, con base a la estrategia de progreso de la organización.
Pero en el proceso de aprendizaje, por mucho que se hayan anticipado los resultados; debido al gran número de elementos o participantes que intervienen; bajo unas circunstancias determinadas, éstos no son siempre previsibles en la formación en las empresas.
Los participantes en una actividad formativa han de perseguir un objetivo común, interaccionan entre ellos a lo largo del proceso y presentan una estructura determinada; ya porque viene impuesta desde fuera o porque ha sido impuesta y aceptada por el grupo.
En el proceso de aprendizaje, que se suele dar de forma grupal, podemos encontrar diferentes secuencias dependiendo del inicio; duración, desarrollo físico y psicológico del protagonista, objetivos que se persiguen y la fase que predomina (saber, saber hacer y hacerlo con “ganas”).
La educación comporta una serie de actividades orientadas a capacitar al individuo para asimilar y desarrollar conocimiento, técnicas, valores y comprensión; factores que se relacionan no sólo en un campo de actividad reducido, sino que permiten definir, analizar y solucionar una amplia gama de problemas.
Tiene la finalidad de hacer a la persona capaz de adaptarse a las situaciones que pueda encontrarse en la vida cotidiana. La educación comienza al nacer y durará a lo largo de toda la vida.
La formación en las empresas tiende a ser un proceso más mecánico que hace hincapié en respuestas uniformes y previsibles, a una instrucción y orientación normalizadas, reforzadas mediante la práctica y la repetición. Por su parte, la educación es un proceso más orgánico que conlleva cambios menos previsibles en el individuo.
Respecto al contenido de un programa o curso, la formación se orienta a dotar de conocimiento y técnicas y a inculcar las actitudes necesarias para llevar a cabo tareas específicas. La educación normalmente dota de estructuras más teóricas y conceptuales concebidas para estimular las capacidades analíticas y críticas del individuo.
En definitiva, la formación en las empresas, entendida como hemos visto hasta ahora tiene, entre sus principales objetivos, el de garantizar la empleabilidad. Éste es un término que ha aparecido recientemente y que hace referencia a la capacitación continúa de la persona para que sus conocimientos y destrezas no queden anticuados y; por lo tanto, tenga menos problemas a la hora de cambiar de ocupación.
Por otro lado, hemos de reconocer que muchas veces los logros de la formación en las empresas se hacen patentes a medio y largo plazo, y el empresario; en no menos ocasiones busca la rentabilidad inmediata de su inversión.
Los salarios que se obtienen tras una formación en las empresas específica dirigida al puesto de trabajo son inferiores al producto marginal del trabajador; siendo la diferencia el rendimiento de la inversión realizada por el empleador.
La formación en las empresas es un buen comienzo para llegar a ser una empresa saludable; buscar que los trabajadores complementen su conocimiento con “el saber hacer” y promover el ideal de zero desconocimiento puede asegurar procesos más seguros y eficientes.
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